Siempre me pareció una de esas latinas venidas a más al casarse con un millonario; una puta engreída en su pequeño palacio desatendida por su amo y señor. Eso sí, tenía unas tetas perfectas y yo, como jardinero, no podía resistirme a su llamada y siempre acabábamos follando en el sofa de sky de su enorme salón. Pero para enorme mi polla, que debía de dejarla siempre muy satisfecha, porque una o dos veces por semana me llamaba, como si yo fuera su puto esclavo. Pero yo iba, vaya si iba…